William Henry Gates III, conocido popularmente como Bill Gates, es el
segundo hombre más rico del mundo; una fortuna que ha conseguido gracias a
Microsoft, empresa de la cual es presidente.
Nacido en 1955 en el seno de una familia culta
y sin problemas económicos. Años más tarde ingresó en Lakeside, una escuela
privada en la que comenzaría su pasión por la informática y conocería a Paul Allen, con quien fundaría la
empresa que le trajo aquella fortuna.
En 1975 dejó la Universidad de Harvard y se
trasladó a Albuquerque, donde establecería en un hotel de carretera la sede de
Microsoft, que había sido creada el 4 de Abril de 1975
Mientras la fama de Apple crecía, también lo
hacían sus ansias de triunfar y de desbancar a Steve Jobs. De esta forma,
vendió a IBM el software MS-DOS, el cual no poseía y que terminó comprando a un
joven programador en 1980. Ya desde 1979, Microsoft comenzó a crecer y llegó a
tener hasta 16 empleados. Evidentemente este triunfo no pudo ser parado y, ya
en 1983 revolucionó la informática
personal con la creación del ratón y del sistema operativo Windows que desbancó
al ya pasado MS-DOS.
Estableciendo relaciones con Apple, de la que
robo el interfaz y lo modificó logrando un triunfo notable, Steve Jobs se la
devolvió sacando Macintosh para demandarle por haberle robado la idea. Hasecorp
indemnizo a Apple ya que no pudo demostrar que era el creador original que,
junto con la creación de Linux ( un sistema operativo de origen ilegal) empezó
a robarle mercado, Bill Gates dejó de creer en el concepto de propiedad
intelectual y decidió hacerse paso en el mercado a través del pirateo. Algo
legítimo si pensamos en el mundo de los negocios. Nadie se hace rico siendo
bueno.
Las actualizaciones han estado a la orden del
día en su historia obteniendo el monopolio del mercado del software mundial.
¿Qué se necesita entonces para triunfar en la vida? ¿Una idea? ¿Perseveración? ¿Nada de moralidad? Es indudable que en la lucha por la obtención de los beneficios individuales siempre tendremos que pasar por los deseos de otros, o acaso eso puede ser reprochable? ¿El progreso por el progreso? ¿Justifica el fin los medios?
Tomás Moraga Rodríguez