“Los espíritus mediocres condenan
generalmente todo aquello que no está a su alcance”
François de la Rochefoucauld
Son
incontables los casos de censura publicitaria a día de hoy. Llama la atención,
por ejemplo, la condena de la que ha sido objeto el anuncio de la fragancia “Oh
Lola” en el Reino Unido hará menos de dos años, protagonizado por la actriz
Dakota Fanning. La Advertising Standards
Authoriy (Oficina de Regulación de la Publicidad Británica) censuró y
retiró de la campaña dicho anunció por considerarlo “provocativo habiendo
menores de edad de por medio”.
La
firma de lujo italiana Miu Miu también ha sufrido en sus propias carnes la
censura por parte del mismo organismo de regulación británico hará poco más de
un mes. En esta ocasión, el problema no era la actitud de la menor del anuncio,
sino la estética de las fotos, que la ASA consideraba que podía incitar al suicidio.
The Breast Cancer Fund (la
Fundación del Cáncer de mama) de Estados Unidos impulsó una campaña
publicitaria que generó una gran polémica debido a que se imitaba la portada de
una revista de Victoria’s Secret en la que se mostraba a una mujer en ropa
interior enseñando la cicatriz de la extirpación de su pecho. Los espacios
publicitarios de Viacom la rechazaron por temor a que su descripción de la
mastectomía pudiera causar demasiado impacto y miedo en el público.
La
censura se produce de forma llamativa en toda aquella publicidad relacionada
con el sexo. Es el caso, por ejemplo, de un anuncio realizado hace unos años
aconsejando el uso del condón como método de prevención de las enfermedades de
transmisión sexual, en especial del VIH.
Este
cartel publicitario fue objeto de numerosas críticas por el uso de la imagen de
Adolf Hitler, y se censuró en varios países por resultar demasiado fuerte y
herir la sensibilidad del público.
Si
hablamos de anuncios chocantes, que resultan impactantes para el espectador, no
podemos olvidar mencionar a la marca Benetton. Su campaña de 2011 ha levantado
ampollas en todos los sectores, desde la política hasta la religión.
Los
montajes realizados en los que se observan a varios líderes políticos y
religiosos besándose entre ellos no solo ha dado como resultado una mayor publicity para Benetton, sino que la
polémica que ha desencadenado ha supuesto el regocijo para unos y la
indignación para otros , léase los protagonistas de las fotografías en
especial.
Pero
si de censura hay que hablar, no podemos olvidarnos de la que acomete la
Iglesia católica. Es increíble el poder que aún posee en nuestros días para
vetar y prohibir todo tipo de temas, en especial en la publicidad. ¿Realmente
hemos avanzado tanto como se dice a ese respecto desde la Edad Media? He aquí
algunos ejemplos.
En
2007, la galería Roger Smith de Nueva York se vio obligada a cancelar su
exposición de una escultura de chocolate que representaba a Jesucristo desnudo
en la cruz por las protestas de grupos cristianos, y organizaciones católicas;
incluso decretaron un boicot contra el Hotel Roger Smith, que comparte gerencia
con la galería de arte. Entre los grupos que protestaron por el anuncio de la
exposición, alegando para ello que coincidía con la Semana Santa, figuraba la
Liga Católica para los Derechos Civiles y Religiosos, cuya portavoz, Kiera
McCaffey, la calificó de “un asalto a los cristianos” durante su festividad.
Es
increíble que en los tiempos en los que vivimos aún haya gente que crea que la
publicidad y el arte sobre asuntos religiosos debe centrarse única y
exclusivamente en la reverencia y en la adoración.
Otro
caso de censura por parte de la Iglesia se encuentra en una campaña
publicitaria de una empresa francesa en la que un grupo de modelos femeninas
representaba “La última Cena”, el fresco de Leonardo DaVinci. La Iglesia
demandó a la compañía argumentando que “trivializar los actos que constituyen
el fundamento mismo de una religión es un insoportable acto de violencia
moral”.
¿Quiere
eso decir que ni Cristo ni los apóstoles podían ser mujeres? Henos aquí con no
solo un ejemplo de censura, sino también con otro posible caso de
discriminación sexual. E irónicamente este “organismo”, por llamarlo de alguna
forma, sigue contando con un poder asombroso en sus manos. ¿Dónde está la
justicia?
¿Qué
se puede sacar en claro de todo esto? Sencillo: vivimos envueltos en engaños,
en farsas, en falacias. Y la culpa no se le puede echar únicamente a los medios
de comunicación o a los poderes políticos o religiosos. Somos nosotros, los que
conformamos la sociedad, los que nos ponemos límites a nosotros mismos.
Es
la opinión pública, la sociedad, la que se niega a ver una fotografía de una
mujer semidesnuda sin un pecho, apartándola como si de una plaga se tratara. Es
la opinión pública, la sociedad, la que prefiere creer que los menores de edad,
tanto niños como adolescentes, son tan sensibles que no pueden ni ver un cartel
publicitario en el que está implícito algo de sensualidad como el del perfume
“Oh Lola” en tanto les permiten visionar películas no adecuadas a su edad o
series en las que se promueven actitudes discriminatorias en todos los ámbitos.
Es la opinión pública, la sociedad, la que se siente ofendida al utilizar la
imagen de un dictador como Hitler para intentar favorecer el uso del
preservativo con la consiguiente
prevención de las ETS (enfermedades de transmisión sexual). Es la opinión
pública, la sociedad, la que considera una vejación una metáfora empleando la
imagen de Jesús o el fresco de DaVinci de “La última Cena”.
Es
la opinión pública, la sociedad, la culpable principal de la censura existente
en la publicidad. ¿Cuándo nos daremos cuenta de que tenemos la capacidad y el
derecho de exigir la libertad de expresión en las campañas, en los spots, en
los carteles, etc.? Quizás es que aún no estamos preparados para reivindicar
algo así, pero en cambio sí aceptamos con pasividad la discriminación presente
en la publicidad, apreciado en la ausencia de homosexuales, bisexuales y
transexuales en los anuncios, la visión de la mujer como un objeto, el fomento
de la sociedad de consumo, etc.
¿Mi
conclusión? Es bastante simple: hipocresía. Sin más. Casi siempre acabamos
reducidos a la hipocresía, mirando hacia otro lado cuando observamos campañas
discriminatorios, justificándolos, alegando que “no es más que un anuncio, no
importa”. Teniendo en cuenta el poder la publicidad, su influencia en la
sociedad, esto es, en nosotros, es ridículo afirmar que “no importa”.
Andrea Chantada Oubiña
He aquí uno de los temas que resultan más interesantes para cualquier persona que estudie periodismo o sienta atracción hacia esta rama del saber.
ResponderEliminarLa censura es, en mi opinión, un mal contra el que a menudo no se lucha y que difícilmente se podrá erradicar. EL poder que poseen numerosas personas o instituciones es el detonante de esta cuestión. Un ejemplo es el de la Iglesia, como has dicho tú misma.
Vivimos en una sociedad en la que la fotografía de la Fundación de Cáncer de mama de Estados Unidos fue retirada por el impacto o miedo que pudiera inculcar en el público, pero en la que se sacan fotografías a menudo desagradables en los paquetes de tabaco. Si se admiten las segundas (cosa que veo normal, porque puede hacer que haya gente que deje de fumar), por qué no admitir también las primeras?
¿No vivimos en un sistema al que llaman liberal? ¿O acaso no es tan liberal como nos lo pintan? Resulta que en los mercados todo vale. ¿Por qué no en la publicidad?
Diego García Maroto.
Desde luego, no había pensado precisamente en el ejemplo de las cajetillas de tabaco, el cual es muy representativo.
ResponderEliminarAsimismo, podríamos incluso mencionar las fotografías que se publican en prensa o las imágenes emitidas en televisión que pueden vulnerar la sensibilidad de ciertas personas por ser excesivamente crueles o explícitos. Quizás aquí no se pueda hablar de censura (si bien en mi opinión deben estar disponibles para todo aquel que desee contemplarlas de la forma más fácil y rápida posible, o avisar de lo sangrientas que pueden ser antes de emitirlas/publciarlas), pero es un tema que ha levantado grandes ampollas.
En definitiva, hipocresía. Tanto por parte de la población como de las grandes empresas. ¿Qué esperamos de un país en el que los medios de comunicación están dirigidos por empresarios que se pliegan a los deseos de x partido o lobby? Vergonzoso.
Andrea Chantada Oubiña.